Violencia, legitimada en las comunidades indígenas migrantes del Sur de Jalisco, revela estudio

Además, ésta se presenta en el núcleo familiar, los trayectos y lugares de destino

La violencia está legitimada en las comunidades indígenas: cerca de 90 por ciento de sus familias corrige a niñas y niños por medio del castigo, con golpes, prohibición de salir, de alimentos o de encierros en un cuarto; a lo que se suma la violencia a la que están expuestos en sus colectividades, en los trayectos y en los destinos temporales.

 

Lo anterior se desprende de la investigación “El papel de la violencia en la crianza de niños indígenas migrantes”, que realiza desde el año pasado la maestra Verónica Macías Espinoza, investigadora del Centro Universitario del Sur (CUSur) de la UdeG.

 

Este estudio pretende determinar cuáles son las pautas en las prácticas y las creencias que hay en torno a la crianza; identificar los tipos y formas de violencia que se presentan, y reconocer la percepción que tienen niñas y niños respecto a la violencia y su crianza.

 

Analizar cuál es el papel que tiene la violencia en el proceso de crianza de las infancias y no solamente una violencia en el núcleo familiar, sino la violencia estructural que vivimos; la violencia en las comunidades de origen y la violencia que se encuentra también en las comunidades de destino a las que llegan estas infancias”, declaró Macías Espinoza.

 

Para esta investigación, la académica ha realizado un trabajo de campo en Ciudad Guzmán con migrantes de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Michoacán, Veracruz, Puebla y Morelia. 

 

“Es un problema estructural. Niñas, niños y adolescentes son una población que vive en condiciones de vulnerabilidad significativa. Ser niña, niño y adolescente ya es un factor de vulnerabilidad, son migrantes, son indígenas y la condición de pobreza en la que se encuentran tanto en sus lugares de origen, como en los de destino, son factores que los mantienen en estas condiciones y no les permiten salir de estos ciclos de violencia”, precisó.

 

Aunado a esto, sus comunidades viven la violencia del narcotráfico y sus contextos son violentos, lo que los lleva a proyectar vidas futuras apegadas a estas cuestiones de violencia.

 

Hay un caso de un niño de siete años que refirió querer ser guacho (militar) de grande, porque quiere matar. Vemos que está interiorizando esta violencia de su entorno y su identidad se construye a partir del conflicto; una posición, en un lado, contraria a la violencia del narcotráfico, porque hay esa conciencia en los niños que identifican que el narcotráfico genera un problema, por lo tanto, quieren estar del lado en el cual pueden enfrentar o combatirlo, pero finalmente se apropian de la violencia como un recurso para lograrlo”, dijo.

 

Ha encontrado a niñas y niños que imaginan futuros alejados de esas violencias, incluso de la violencia en la crianza. “No quieren tener hijos porque es difícil cuidarlos y no les quieren pegar; no se quieren casar porque su esposo les va a pegar, las va a engañar; entonces, el cómo la violencia trasciende el momento presente de la vida de las infancias es realmente importante”, precisó.

 

Es por ello que el proyecto está centrado en niñas, niños y adolescentes, en recuperar sus voces, en llegar a la comunidad, poder observar y poder registrar estas prácticas o creencias en torno a la crianza, y recuperar cómo perciben esa violencia, cómo viven en esa violencia y cómo la proyectan a partir de sus propias percepciones. 

 

Las familias no cuentan con las herramientas para una crianza diferente; sin embargo, hay madres que refieren que sí les pegan, pero no tanto como les pegaban a ellas; es decir, hay una conciencia de cómo la violencia marca las vidas, hay una conciencia de que la violencia no es aceptada y reconocen con pena estas acciones”, expresó.

 

La investigación se encuentra aún en trabajo de campo en los albergues, en escuelas, para posteriormente hacer un análisis fino y publicar los resultados.

 

“El trabajo que he venido realizando ha sido realmente satisfactorio. Ha sido un reto importante tener acceso a la población, el poder compartir con las infancias; tocar un poco de su vida y saber que estar y compartir con ellos representa un vínculo importante, con puentes que pueden trazar ellos en sus vidas futuras”, relató Macías Espinoza. 

 

“Ojalá más personas puedan estar interesados en trabajar con esta población desde un enfoque horizontal, que permita apoyar desde las necesidades que ellos mismos reconocen en sus poblaciones, y no solamente desde lo que nosotros, como investigadores, podemos llegar a a considerar que necesitan”, concluyó.

 

 

Atentamente
“Piensa y Trabaja”
“1925-2025. Un Siglo de Pensar y Trabajar”
Guadalajara, Jalisco, 15 de enero de 2025

 

Texto: Laura Sepúlveda Velázquez
Fotografía: Cortesía CUSur