I. La Real Universidad de Guadalajara, 1791-1821
Las ambiciones de Nuño Beltrán de Guzmán eran unir su gubernatura del Pánuco con los territorios occidentales, para emular e incluso superar a Hernán Cortés, con la Conquista de la Mayor España del Espíritu Santo. Pero la emperatriz Isabel decidió que todo debería quedar en el Reino de la Nueva Galicia, con capital en Compostela.
Y así para que fuera una población intermedia más, entre Compostela –en el actual territorio de Nayarit- y la capital del Virreinato novohispano, el 5 de enero de 1532 el capitán Juan de Oñate fundó la villa de Guadalajara de Indias en el territorio de Nochistlán. En agosto de 1533 la villa se trasladó a Tonalá, pero ante las presiones de Nuño de Guzmán –quien quería reservarse para sí, las tierras al sur de la región cazcana-, nuevamente emigró Guadalajara, ahora a Tlacotlán, donde fue asediada por los cazcanes, tecuejes y zacatecos acaudillados por Francisco Tenamaztle, quienes ante las tropas del virrey Antonio de Mendoza, aceptaron la pacificación de fray Antonio de Segovia en el cerro del Mixtón.
Tras la gran batalla del 28 de septiembre de 1541, y al grito de ¡El Rey es mi gallo! Ignorando a Beltrán de Guzmán, al fin Guadalajara se estableció en el valle de Atemajac a mediados de febrero de 1542. Ya para entonces el emperador Carlos V, la había elevado al rango de ciudad y le otorgaba un escudo de armas con los leones rampantes en un pino y con el yelmo coronado por la cruz de Jerusalén.
Ante la inviabilidad de Compostela como capital, muy pronto emigraron a Guadalajara el obispo con el Cabildo de Canónigos y el gobernador con la Real Audiencia, alzándose así con la capitalidad indiscutible del occidente de la Nueva España.
Al fundarse en 1586, el Colegio de Santo Tomás de Aquino a cargo de la Compañía de Jesús, inició en Guadalajara la impartición de la enseñanza media y superior y se otorgaron los primeros grados académicos. En 1695 se estableció el Colegio de San Juan Bautista, para reforzar la educación impartida por los jesuitas.
El 12 de julio de 1696, el obispo fray Felipe Galindo y Chávez en el documento Benedictionem dabit Legislator, comunicó a sus diocesanos que había pedido al rey Carlos II, que elevara al rango de universidad al recientemente fundado Real Seminario Conciliar de San José. Y así se inició casi un siglo de gestiones, para obtener la fundación de la Universidad de Guadalajara, cronológicamente la segunda de México, la cuarta de América del Norte y la decimocuarta de Iberoamérica.
Transcurrió casi medio siglo, para que la idea original de fray Felipe fuera retomada por el abogado Matías Ángel de la Mota Padilla, quien en 1750 logró involucrar en el proyecto al Ayuntamiento de Guadalajara, corporación que continuó las gestiones hasta el final.
Al ser expulsados los jesuitas de todos los territorios hispanos en 1767, se clausuraron los Colegios de Santo Tomás y de San Juan. Entre los clérigos expulsados iba el célebre humanista Francisco Javier Clavigero, quien venía realizando una profunda modernización de los estudios filosóficos, haciéndose entonces más imperativa la fundación de una universidad.
El 12 de diciembre de 1771, entró en Guadalajara su vigésimo segundo obispo, fray Antonio Alcalde y Barriga, quien vendría a impulsar definitivamente la fundación de la Universidad.
De inmediato contestó la real cédula del rey Carlos III, quien lo consultaba sobre la conveniencia de establecer una universidad en la Nueva Galicia. Él contestó que era primordial fundarla para lograr “el adelantamiento de la juventud, que por falta de universidad se atrasan en sus estudios”. Además prometió dotar adecuadamente las cátedras, para que los maestros tengan un sueldo apetecible y que les dé motivo de perseverar en sus respectivas cátedras y llenen el nombre de tales catedráticos y que no las tomen como medio para lograr otras conveniencias; dramáticamente escribía: “[…] aunque yo deje de comer, pero sin hacer falta a las innumerables indigencias de tantos pobres, me obligo a dar a cada uno de dichos catedráticos, cuatrocientos pesos anuales”.
También interpuso su influencia, para que el Rey de España aplicase al patrimonio universitario las temporalidades de la extinguida Compañía de Jesús, incluido el templo y el edificio del antiguo Colegio de Santo Tomás.
Ante la oposición de la Universidad de México y la tardanza de la fundación de la Universidad, fray Antonio dobló la apuesta y elevó la dotación de las cátedras hasta 60 000 pesos y pidió al Cabildo de Canónigos de su catedral, que aportaran los faltantes 10 000 para completar el total del patrimonio universitario, que ascendió a 95 298 pesos.
Y si a lo anterior se agrega, que ya para entonces fray Antonio construía y dotaba el Real Hospital de San Miguel de Belén, elemento indispensable para que funcionara la futura Facultad de Medicina, pues entonces El Fraile de la Calavera –como lo llamó el rey Carlos III-, en justicia se le da el título de Fundador de la Real Universidad de Guadalajara.
Y tras vencerse las últimas dificultades en la Corte, el 18 de noviembre de 1791, en el monasterio de San Lorenzo del Escorial, el rey Carlos IV otorgó la Cédula Real de Fundación de la Universidad, la cual en su parte medular dice: “El Rey […] he resuelto que se erija y establezca Universidad en esa Ciudad y que se le aplique solamente el edificio del Colegio de Santo Tomás, que fue de los regulares expulsos y los capitales de sus obras pías […]”
Con el repicar de la campanita del correo, el 26 de marzo de 1792 se recibió con gran júbilo en Guadalajara, la Cédula Real de la Fundación de la Universidad. De común acuerdo el obispo Alcalde y el presidente de la Real Audiencia Jacobo de Ugarte y Loyola, nombraron al canónigo penitenciario de la catedral, doctor José María Gómez y Villaseñor, como primer rector de la novel Universidad.
En medio de la conmoción de la incipiente comunidad universitaria y de todo el Obispado, el 7 de agosto de 1792, falleció su gran benefactor fray Antonio Alcalde.
Y al fin, el 3 de noviembre de 1792, se inauguró solemnemente la Real Universidad de Guadalajara, con la misa que ofició el deán de la catedral, Salvador Antonio Roca y Guzmán y el acto académico en el cual se leyó la Real Cédula de Fundación, se recibió el juramento de las autoridades y catedráticos fundadores y el doctor José Ángel de la Sierra, pronunció una emotiva oración latina.
Luego la naciente comunidad universitaria, acompañada de los oidores de la Real Audiencia, de los canónigos del Cabildo catedralicio, de los prelados de las órdenes religiosas, presididos por el gobernador Jacobo de Ugarte y en medio del clamor popular, se trasladaron al Palacio de Gobierno, donde los cumplimentó su titular.
Los ordenamientos jurídicos vigentes en la Universidad, en sus tres primeras décadas de existencia fueron: las Constituciones Apostólicas y Estatutos de la Muy Insigne Universidad de Salamanca, recopilados en 1620; el Plan General de Estudios dirigido a la Universidad de Salamanca por el Real y Supremo Consejo de Castilla de 1771; la Real Cédula de Fundación de la Universidad de Guadalajara de 1791; y las Constituciones formadas para la dirección y gobierno de la Real Universidad Literaria de Guadalajara, capital de la Nueva Galicia de 1816.
De acuerdo con los anteriores ordenamientos, la Universidad se gobernaba a través de los Claustros Mayor de Doctores, Menor de Consiliarios y el de Hacienda, un rector electo bianualmente y el cancelario, oficio concurrente con la dignidad de canónigo maestrescuelas de la catedral, cuya función principal era otorgar los grados universitarios, los cuales eran de bachiller, licenciado, maestro y doctor.
Académicamente la Universidad se integró por las Facultades de Artes –cuyas cátedras se cursaban en los Colegios Seminarios de San José y de San Juan Bautista-, Teología, Derecho y Medicina.
De 1792 a 1821, hubo nueve rectores, entre los que destacaron el primero José María Gómez y Villaseñor, figura principal durante el Gobierno Insurgente en Guadalajara, murió electo obispo de Valladolid; Juan José Moreno, michoacano, humanista, gran biógrafo de Vasco de Quiroga; José Simeón de Uría, canónigo, diputado a las Cortes de Cádiz, en las cuales destacó como el gran defensor de los derechos raciales de las castas y de los negros; José Ángel de la Sierra, liberal y colaborador del periódico insurgente “El Despertador Americano”; y José Miguel Gordoa y Barrios, canónigo, diputado y presidente de las Cortes de Cádiz, le correspondió clausurarlas con un célebre discurso, diputado y presidente del primer Congreso Constituyente de México y primer obispo de la Guadalajara independiente.
Los acontecimientos más importantes de estos años, fueron: el inicio de la guerra de Independencia, lo que provocó que el recinto universitario fuera convertido en cuartel; las presiones del cura Miguel Hidalgo, para que el Claustro universitario contribuyera económicamente con la causa; la elaboración, aprobación y la solemne publicación de las Constituciones universitarias; y la solemne jura y publicación de la Constitución Política de la Monarquía Española.
De las aulas universitarias, egresaron por estos años: los héroes de la Independencia Juan Antonio Montenegro y Arias, José María Mercado, Pedro Moreno y Francisco Lorenzo de Velasco y Palafox; los presidentes de la República Valentín Gómez Farías, Anastasio Bustamante, Pedro Vélez, Melchor Múzquiz y José Justo Corro; el primer arzobispo de Guadalajara, Pedro Espinosa y Dávalos; el primer cardenal mexicano designado y obispo de Michoacán, Juan Cayetano Gómez-Portugal; el séptimo obispo de Monterrey, Salvador Apodaca y Loreto y el obispo electo de Valladolid y detractor de la Independencia, Manuel Abad y Queipo; el fundador de “El Despertador Americano” y pionero de la economía política, Francisco Severo Maldonado; el primer matemático universitario, José María Mancilla; el primer embajador de México ante el Reino de Brasil y las repúblicas bolivarianas, Juan de Dios Cañedo; el Padre del Federalismo, diputado a las Cortes de Cádiz y deán de la catedral de Puebla de los Ángeles, Miguel Ramos Arispe; el autor de la primera Constitución del Estado de San Luis Potosí, Manuel María de Gorriño; el diputado del Congreso Constituyente del Estado de Nuevo León, Francisco Arroyo y los gobernadores del Estado de Jalisco Juan Nepomuceno Cumplido y Pedro Támez.
Referencia: Real Ledezma, Juan (octubre de 2013). De los acontecimientos grandes y notables de la Universidad de Guadalajara, 1696 – 2013. Inédito.
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