Falta seguimiento a programas de conservación de manglares en costa jalisciense
Aunque la degradación de los ecosistemas de manglares en las costas de Jalisco se detuvo en los últimos 15 años, todavía falta el seguimiento de los planes de conservación para restaurar y conservar los sitios a fin de mantener los servicios ambientales y el aprovechamiento de la fauna endémica, migratoria y de las comunidades vecinas.
Así lo señaló, en el Día Internacional de Conservación del Ecosistema de Manglares –que se celebra este viernes 26 de julio–, el investigador jubilado del Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSur) de la UdeG, maestro Francisco de Asís Silva Bátiz, miembro de la asociación civil Vive planeta azul, asentada en San Patricio, en Cihuatlán.
Explicó que los manglares son árboles que crecen dentro de las lagunas y lagos en la costa, especies que se caracterizan por resistir la salinidad y la falta de agua.
“Hay cuatro especies a lo largo y ancho de un manglar, dependiendo del grado de humedad al que resistan; por ejemplo, dentro de los esteros o de las lagunas costeras se encuentran el mangle rojo, negro, blanco y el botoncillo, el Conocarpus erectus; este último crece en las partes más secas y menos húmedas”, explicó Silva Bátiz.
Estos ecosistemas ofrecen servicios como el albergue de una infinidad de fauna acuática y terrestre, por ejemplo, reptiles como cocodrilos, y son sistemas clave para las aves migratorias como fuentes de alimentación.
A lo largo de la costa de Jalisco hay siete humedales con mangleres: Estero La Manzanilla, en La Huerta; la laguna de Barra de Navidad, en Cihuatlán; la Laguna de Xola-Paramán, contigua a la playa denominada Chalacatepec, en Tomatlán; el Estero El Chorro; el Estero Majaguas y el Sistema Lagunar Estuarino Agua Dulce–El Ermitaño.
Hubo destrucción de manglares en los años 70 y 80, con pérdida de mangle; hasta la década de 2010 cuando se protege la especie y se detiene la tala. Sin embargo, pese a las protecciones federales, de acuerdo con Silva Bátiz, la falta de seguimiento de los gobiernos federal y estatal a los programas de conservación y de manejo, dificulta la restauración del entorno de los ecosistemas de manglares.
Sólo un actor, los comités locales de protección, integrados por científicos, hacen recomendaciones puntuales a los gobiernos en el seguimiento estrecho a los planes de conservación; pero sin la intervención gubernamental, no hay posibilidades de cambio.
“El comité local tiene algún nivel de injerencia, pero no son autoridad, no pueden detener o autorizar una obra. En ese sentido, hace falta fortalecer, en los municipios, a los organismos ecológicos locales, o el estatal en la Costa de Jalisco; esa es una de las principales fallas, la falta de seguimiento de los programas de conservación y de los actores”, dijo.
Para Silva Bátiz una de las prioridades que deberían de fomentar los gobiernos es el trabajo con los organismos ecológicos, complementos de la protección de los manglares y los sitios RAMSAR de la Convención sobre los Humedales para la conservación y el uso racional de los humedales y sus recursos.
“Porque no sólo es proteger manglares en sí, sino todo lo que está alrededor, además del sitio RAMSAR, es decir, proteger el cuerpo de agua y guardar veinte metros de zona federal, e ir más allá, crear otro instrumento de política pública que trate de restaurar o rescatar y proteger los manglares en el lugar”, precisó el conservacionista.
En el caso de El Estero del Salado, en Bahía de Banderas, en los límites con Puerto Vallarta, destacó la falta de programas de concientización y de respeto de la fauna en los manglares donde se construyeron campos de golf y complejos turísticos, y donde ya se han reportado ataques de personas con cocodrilos.
“Por eso ocurren los accidentes con cocodrilos, porque la gente se mete en su hábitat, y no que los cocodrilos salgan de su hábitat”, especificó.
En el caso de La Manzanilla, precisó que el pueblo está rodeado de esteros y cocodrilos donde no son frecuentes los ataques de éstos porque la gente conoce los límites de su actividad y la de los reptiles.
“La gente conoce las consecuencias y no se mete a un lugar donde hay cocodrilos; claro, la gente sale a pasear, sí, pero no para hacer otro tipo de actividades. Entonces, el caso de Vallarta es el lugar donde el desarrollo urbano presiona más a los manglares”, concluyó.
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Texto: Adrián Montiel González
Fotografía: Abraham Aréchiga
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