II. La confrontación de la Universidad de Guadalajara y el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco, 1821 - 1861

La Universidad se adhirió al Plan de Iguala de Agustín de Iturbide, por el cual se consumó la Independencia, en consecuencia conservó su status real, hasta que se proclamó el primer Imperio de Agustín 1º, en que pasó a ser imperial. Y a partir del establecimiento de la República, fue nacional.

De 1821 a 1826, hubo tres rectores, destacando el doctor Diego Aranda y Carpinteiro, diputado a las Cortes de Cádiz y al primer Congreso Constituyente mexicano, canónigo de la catedral y obispo de Guadalajara; mandó construir las actuales torres catedralicias y concluyó el Hospicio Cabañas.

 

Siendo rector el doctor José Cesáreo de la Rosa, el 16 de enero de 1826 el Congreso del Estado de Jalisco decretó la primera clausura de la Universidad. Y el 29 de marzo inmediato, el gobernador del Estado, Prisciliano Sánchez estableció el Instituto de Ciencias y para dirigirlo nombró al matemático francés Pierre Lissaute.

La nueva institución fue inaugurada el 14 de febrero de 1827, con las nuevas cátedras de Gramática, Matemáticas, Arquitectura, Medicina Legal y Derecho Constitucional.

El 1º de septiembre de 1834, el gobernador del Estado, José Antonio Romero, decretó la primera restauración de la Universidad y la consecuente supresión del Instituto de Ciencias. Reanudó su período rectoral, el doctor De la Rosa y se elaboraron nuevos planes de estudio, con introducción de la cátedra de Matemáticas.

De 1834 a 1855, hubo seis rectores, entre los más notables estaban los canónigos y grandes oradores Juan Nepomuceno Camacho y Francisco Espinosa y Dávalos, durante su gestión se restauró el Colegio de San Juan Bautista para atender la educación media y se dejó sentir la gran influencia intelectual de fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera.

El 25 de septiembre de 1847, el Congreso del Estado de Jalisco decretó el Plan General de Enseñanza Pública que suprimió tanto la Universidad como el Colegio de San Juan Bautista y restableció la Junta Directora de Estudios y el Instituto de Ciencias y además fundaba el Liceo de Varones y el Liceo de Señoritas.

Sin embargo el canónigo Mariano Hurtado –muy apreciado por los liberales, por su sabiduría y buen trato-convenció al gobernador del Estado, Joaquín Angulo de que no suprimiera la Universidad. En consecuencia se decretó el 8 de octubre del citado 1847 que coexistirían el Instituto de Ciencias y la Universidad, aunque ésta perdería sus fondos –exceptuando los 20 000 pesos donados por fray Antonio Alcalde- e incluso su edificio, por lo que pasó al del Colegio de San Juan Bautista, pero al ser éste destinado al Liceo de Varones, tuvo que asilarse en los claustros del Convento de Nuestra Señora de las Mercedes.

Con el triunfo de los centralistas del Plan del Hospicio, el gobernador del Estado José María Yáñez, el 28 de febrero de 1853 decretó la fusión del Instituto de Ciencias en la Universidad, por lo cual recuperó su tradicional patrimonio. Durante 1855 se verificaron las suntuosas celebraciones a la Patrona de la Universidad, al proclamarse el dogma de la Inmaculada Concepción de María. El certamen literario convocado por el Claustro de Doctores, fue ganado por José María Vigil, con su poesía intitulada “A la madre de Dios en su Inmaculada Concepción”.

Al triunfar el movimiento del Plan de  Ayutla, el 15 de septiembre de 1855, el gobernador del Departamento de Jalisco, Santos Degollado decretó la segunda clausura de la Universidad y el restablecimiento del Instituto, al poner en su vigencia total el Plan General de Enseñanza de 1847.

Entre los embates de la Guerra de Reforma, el 2 de febrero de 1859, el gobernador y comandante general del Departamento de Jalisco, Leonardo Márquez, restauró por segunda vez la Universidad. Debió reasumir la rectoría el doctor José María Nieto del Portillo, pero al no presentarse, la ejerció el canónigo Casiano Espinosa y Dávalos, en su calidad de consiliario más antiguo.

Nuevamente las instalaciones universitarias estaban convertidas en cuartel y las sesiones de los claustros se celebraban en la capilla de San Javier. A instancias del general Márquez, el Claustro protestó enérgicamente en contra de las Leyes de Reforma, porque afectaban seriamente los intereses de la Iglesia.

El 10 de noviembre de 1859, fue electo rector de la Universidad el canónigo Juan Nepomuceno Camarena. En su gestión el Claustro protestó la celebración del Tratado McLane-Ocampo, porque hacía concesiones a los Estados Unidos en el uso de vías a través del territorio nacional. También se aprobaron los nuevos planes de estudios, para todas las facultades.

Con el triunfo militar de los liberales el 2 de diciembre de 1860, el gobernador del Estado, Pedro Ogazón, decretó la tercera clausura de la Universidad, con el restablecimiento de la Junta Directiva de Estudios, el Instituto de Ciencias y los Liceos de Varones y de Señoritas.

En estos difíciles años,  se forjaron entre las aulas de la Universidad y el Instituto: los doctores Fortunato G. Arce, eminente cirujano, médico ejemplar a quien se le dedicó una calle en Berlín; José Eleuterio González, médico, fundador del Hospital Civil de Monterrey, gobernador de Nuevo León y benemérito; Pablo Gutiérrez, gran médico que modernizó la enseñanza de la Medicina en el Occidente del país y Leonardo Oliva, pionero de la Farmacología, se le dedicó una estatua en Leipzig; los clérigos Pedro Barajas, primer obispo de San Luis Potosí; Rafael Sabás Camacho, introductor del canto gregoriano en México y obispo de Querétaro; Carlos María Colina, nombrado nuncio apostólico en El Salvador, obispo de Chiapas y de Puebla; Ignacio Mateo Guerra, primer obispo de Zacatecas; Francisco Melitón Vargas, primer obispo de Colima y Francisco de Paula Verea, obispo de Linares y de Puebla; los abogados Crispiniano del Castillo, jurista, primer procurador de la República; Teodosio Lares, presidente del Consejo de Ministros del Segundo Imperio y autor del primer Código de Comercio de México; Mariano Otero, creador del Juicio de Amparo; Ignacio Luis Vallarta, presidente de la Suprema Corte de la Nación, gobernador de Jalisco y considerado –por Gómez Robledo- el mayor jurista de México; los intelectuales Agustín Rivera, historiador, doctor honoris causa de la Universidad Nacional de México; Agustín de la Rosa, canónigo, filólogo del náhuatl y benefactor de la juventud jalisciense y José Luis Verdía, jurista, matemático y deán de la Catedral de Guadalajara; los literatos Fernando Calderón, poeta y dramaturgo, considerado el padre del romanticismo en México y José María Vigil, literato, historiador y director de la Biblioteca Nacional; Dionisio Rodríguez, abogado, filántropo y benemérito de Jalisco y entre otros, Manuel Gómez Ibarra, arquitecto, autor de la torres de la Catedral, del Panteón de Santa Paula de Belén y fundador de un colegio politécnico.

Referencia: Real Ledezma, Juan (octubre de 2013). De los acontecimientos grandes y notables de la Universidad de Guadalajara, 1696 – 2013. Inédito.

 

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