Modificaciones arbitrarias y abandono padecen fincas religiosas de los siglos XVI a XVIII, únicas en el país
No sólo se trata de icónicos edificios de la arquitectura barroca religiosa en Jalisco, sino que son únicos en México porque fueron construidos con un patrón urbanístico similar durante la época colonial, en distintas localidades, y todos fueron pensados para la devoción de una misma advocación de la virgen, la de la Purísima Concepción.
Son las Capillas Hospital, edificaciones creadas por la orden religiosa de los Franciscanos entre los siglos XVI y XVIII, en varios pequeños pueblos indígenas del Reino de Nueva Galicia, que hoy forman parte del Área Metropolitana de Guadalajara: en Santa Ana Tepetitlán (Municipio de Zapopan), Santa Anita (Tlaquepaque), San Agustín, San Sebastián el Grande, San Sebastianito, Tlajomulco, Santa Cruz de las Flores (Tlajomulco de Zúñiga), San Andrés y Huentitán el Bajo (Guadalajara).
“Eran capillas dedicadas a la Virgen de la Purísima Concepción, y siempre fueron construidas frente al templo principal del pueblo, hacia el lado poniente, mirando hacia el oriente”, explicó el Director del Instituto de Estudios sobre Centros Históricos, del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), investigador José Alfredo Alcántar Gutiérrez.
Con el fin de revalorar este patrimonio edificado de Jalisco y conocer las condiciones en que se encuentran, Alcántar Gutiérrez se dio a la tarea de hacer un inventario de estas peculiares capillas, que aunque hace varios siglos fueron erigidas, cada una presenta situaciones que alertan sobre las condiciones de su preservación.
Valor arquitectónico, en vías del olvido
En un recorrido realizado por La gaceta de la Universidad de Guadalajara por varias de estas capillas, se constataron situaciones que atentan contra su preservación.
En Santa Ana Tepetitlán el problema que aqueja su capilla son los rayones con aerosol en la fachada que da a la calle de Guadalupe Victoria, desde hace un año. En ese mismo muro se pueden admirar figuras talladas a bajo relieve que, según Alcántar Gutiérrez, refieren a la cosmovisión religiosa indígena y española durante la época colonial.
En San Agustín, las intervenciones al inmueble son más notables: en el presbiterio de la capilla colocaron retablos y otras incrustaciones doradas, pero también en la parroquia de enfrente, dedicada a San Agustín de Hipona, cuya fachada está revestida de loseta de cantera, misma que, según los feligreses del lugar, fue colocada hace un par de años. Estos acabados cubren la fachada original, y además fue agregada una gran estatua en lo alto de la fachada.
“Sí hubo una falta de asesoría profesional y una adecuada supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)”, instancia encargada de salvaguardar estas fincas históricas por haber sido erigidas antes de 1900.
Pese a esa intervención, que según el investigador restó a la arquitectura original, en la notaría parroquial de San Agustín aseguraron que sí tienen contacto con en el INAH para cualquier asunto sobre la preservación del sitio.
“Estas intervenciones, que son poco afortunadas, las hacen los párrocos o donadores que buscan embellecer el lugar. El INAH no está muy al pendiente que digamos, tampoco se hacen las denuncias pertinentes”, mencionó el investigador.
En el caso de la capilla de Santa Anita, el lugar ya está dedicado a la Virgen de Guadalupe, por lo que incrustaran una peana en en las jambas del arco triunfal del presbiterio. “Esto afecta la conformación del arco triunfal”, indicó Alcántar Gutiérrez, quien recalcó que este tipo de decisiones vienen de los párrocos sin revisar si se pueden hacer o no.
El académico del CUAAD no está en contra de la adecuación de espacios, pues las necesidades cambian en función del tiempo; sin embargo, exhortó a que las autoridades religiosas que coordinan los registros estén informadas sobre los valores arquitectónicos y tengan asesoría profesional en las adecuaciones.
San Sebastián el Grande, en ruinas
De las nueve capillas hospital distribuidas en el AMG, la de San Sebastián el Grande es la única que se encuentra en ruinas. En un terreno baldío, entre basura, maleza y animales muertos se encuentran los pedazos del “hospital”, como lo llaman los habitantes del lugar.
El tiempo y el desinterés fueron los verdugos de este lugar, donde sólo se encuentran desperdigados bloques que tienen flores grabadas y que solían formar los arcos de medio punto, las bóvedas, paredes y presbiterio de las capillas. Estas piezas ya están incompletas; a lo largo de los años muchas han sido sustraídas por personas que brincan la reja y de a poco borran la memoria material de San Sebastián.
Luz Elba tiene 44 años viviendo cerca de estas ruinas, y ella recuerda que era un lugar donde los niños jugaban y había lavaderos. “Había arcos y estaba formado bien el altar. Se cayó solo, nadie lo tumbó. Nunca hubo mantenimiento, sólo un sacerdote, hace seis años, sí quiso remodelar, pero la administración no lo apoyó económicamente”, contó Luz Elba.
“Aquí antes, como hace 30 años, se hacía la presentación de la Pasión de Cristo y el espacio estaba bonito, no lo descuidaban como ahora. Ya hay pocas piezas, uno que otro se llevó alguna cantera. Nos hubiera gustado que lo hubieran cuidado, es un lugar que nos recuerda a nuestra niñez”, explicó.
El sacerdote Jesús Ordaz Valencia, encargado de la Parroquia de San Sebastián Mártir, indicó que hace menos de una década hubo un proyecto con el INAH para la preservación de las ruinas; sin embargo, éste no fructificó.
“Ahora queremos intentar otra vez y buscar algún recurso para preservar las ruinas y hacer útil este espacio. Sí hay interés, pero también debemos concientizar a la gente sobre su cuidado. Queremos hacer un proyecto de orden y asegurar el espacio, necesitamos apoyo del INAH, pero también interés del pueblo. Esto es costoso, por ser un lugar histórico”, declaró.
Para Alcántar Gutiérrez la preservación de dichas ruinas, así como las capillas que siguen activas, es una labor difícil por parte del INAH, pues la instancia está enfocada en otros asuntos y “no se dan abasto con el trabajo de resguardo”; sin embargo, dice que “si hay voluntad, se pueden generar cosas interesantes”.
“Las autoridades, a través del INAH o, en nuestro caso, de la Universidad de Guadalajara, de alguna manera debemos de generar investigaciones y hacer recorridos culturales y dar a conocer la importancia de nuestro patrimonio”, precisó el investigador.
Características de estas joyas arquitectónicas
- ¿Por qué se llamaban hospital si no se atendía a enfermos? Esta palabra hace referencia a lugares donde se daba hospedaje y atención a peregrinos y feligreses, ahí se realizaban actividades colaborativas para la propia comunidad.
- Estas construcciones promovieron el fervor a la imagen de la Virgen de la Purísima Concepción.
- Sus fachadas son sencillas, con un arco de medio punto, una ventana coral y, en la mayoría de los casos, con una espadaña que servía como campanario.
- En Santa Cruz de las Flores, Huentitán y San Andrés los campanarios están incrustados en la fachada.
- La capilla de Tlajomulco preserva las tradiciones como hospital, pues cofradías conformadas de familias se encargan de la administración de las actividades religiosas.
Conoce el estudio sobre Capillas Hospital, de Alcántar Gutiérrez: http://www.qartuppi.com/2016/CAPILLAS.pdf
A t e n t a me n t e
"Piensa y Trabaja"
Guadalajara, Jalisco, 1 de septiembre de 2019
Texto: Iván Serrano Jauregui
Fotografía: Gustavo Alfonzo
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